Es domingo por la tardee. La semana está a punto de terminar. Hace frío, pero todos nos obligamos a recordar que es lo que toca. No obstante, el gélido mes de enero no nos impide colocarnos el chaquetón, la bufanda y las botas y salir a disfrutar de la mahia del teatro. En concreto, Capullos que Vuelan, en el Teatro Lara.
No sé cuánto hace que la vi, todos los recuerdos antes de la pandemia son difusos. No obstante, recuerdo que por allá entonces estrenaban su sexta temporada. Y ahora vuelven con más fuerza que nunca a su hogar para recordarnos que los jóvenes estamos aceptando una realidad que nos impide cumplir nuestros sueños.
Capullos que vuelan vuelve con más fuerza que nunca al Teatro Lara para recordarnos que los jóvenes estamos aceptando una realidad que nos impide cumplir nuestros sueños
Pau es uno de esos jóvenes que tuvo que emigrar para intentar cumplir su sueño pero, en medio de una conversación por Skype, se da cuenta de que no quiere seguir viviendo lejos de su familia y amigos. Tampoco quiere dejar de luchar para ser un gran escritor y, convencido de que nada es imposible, pretende convencer también a sus compañeros de piso de que se unan a él y persigan su vocación cueste lo que cueste.
Pero Iñaki (el informático, romántico y el sustituto de Pau en el piso), Tere (la influencer en prácticas pluriempleada) y Rut (la exnovia hater y animadora de fiestas) no estarán dispuestos a dejar sus trabajos rentables por la ilusión de un poeta.
Las actuaciones por parte del reparto son frescas, inteligentes y muy sabrosas. Se complementan bien
Las actuaciones por parte del reparto son frescas, inteligentes y muy sabrosas. Se complementan bien. Ruth es el toque de realidad, Pau el soñador impertinente que debía haber trabajado para Mr. Wonderful, Tere la chica dudosa que cree en sus sueños pero que todavía los ve lejos, e Iñaki el que ya no recuerda ni qué estudió ni cómo acabó repartiendo flyers y coleccionando todos los códigos de descuentos para conseguir otro descuento en algún pedido. Además, todos los diálogos persiguen un hilo conductor donde se habla, a través de cuatro actos —larvas, gusanos, capullos y vuelan—de relaciones, política, y de lo mal preparado que está el mundo para nosotros, los jóvenes.
Aún así, y a pesar de la crudeza de ese despertar, la producción de Lluis Mosquera es capaz de sacarte una sonrisa (o dos), ya que la escena se disfraza al viejo estilo del sitcom norteamericano con sueños, felicidad y mucha ilusión por vivir. Ya sabes lo que dicen: todo depende de como te tomes las cosas. Además, es una historia real en la que cualquiera puede verse representado, bien en el pasado o bien en el presente.
Así que, si tú también quieres volar (y reírte un rato), ‘Capullos que vuelan’ te espera cada semana en el Teatro Lara.